Bueno, para empezar necesito desmentir urgentemente este título. Muchas veces escuché: “yo no soy nada flexible”, “no es lo mío”, y más.
Pero, tengo una buena noticia: todos los cuerpos en mayor o menor medida (porque por suerte, cada cuerpo es único) cuentan con flexibilidad.
De hecho, según estudios e investigaciones relativamente recientes, el órgano de sostén de nuestro cuerpo es una cadena enorme e integral que lo conecta: la cadena miofacial (puro tejido y elasticidad). Pero eso te lo contaré más detalladamente en otro artículo.
Lo que me gustaría aportarte es una mirada distinta sobre la flexibilidad.
En mis clases, siempre les digo que piensen a la flexibilidad como DISPONIBILIDAD, entonces, se vuelve mucho más cercana, porque no se trata de alcanzar algo que pareciera estar fuera del cuerpo, sino de volver disponible algo que ya está ahí (con los ejercicios y ciudados adecuados, por supuesto).
En mis años de experiencia personal en el trabajo corporal y, también como docente, he observado cómo se descubren haciendo movimientos que nunca se imaginaron que podían hacer, al disponibilizar una zona o una cadena de movimientos.
Y, quizás pienses “muy lindo todo pero ¿cómo disponibilizo mi cuerpo, mis tejidos?”.
Hay varios ejercicios para adentrarse en este camino (algunos los vas a encontrar aquí mismo en mi página), pero lo primero que te sugiero es que cuando sientas rígida una zona, te tomes un momento y le mandes aire para ir aflojando las tensiones (que muchas veces son las que, en el día a día, contraen a los músculos y a toda la estructura).
Otra cosa que no me canso de decirles, es que el aire es espacio y, entonces, oportunidad, donde las cosas pueden existir.
Ya nos encontraremos en los ejercicios prácticos, pero, al menos, quiero dejarte hoy con estas nuevas reflexiones, para volvernos cada vez más disponibles.
